En la entrega anterior les platiqué sobre las recomendaciones de las asociaciones internacionales acerca de la información que incluir en la publicación de los resultados de encuestas. Ahora quiero profundizar en un detalle sobre el que generalmente no hay tanta transparencia por parte de los encuestadores: la no respuesta. Por no respuesta me refiero a aquellas ocasiones en la que los participantes de una encuesta responden “no sé”, “no estoy seguro”, “prefiero no responder”.
Responder que uno no sabe o que prefiere no hacerlo no siempre está presente como opción en las encuestas. En su manual de mejores prácticas, la American Association for Public Opinion Research (AAPOR) menciona que con el fin de garantizar la seguridad, confidencialidad y comodidad de las personas entrevistadas recomienda que exista la opción de saltarse la pregunta o de contestar explícitamente “no sé” o “no quiero responder”. Además de lograr que la gente se sienta en confianza, cómoda y segura respondiendo, también busca reducir el riesgo de que la encuesta se quede trunca porque los entrevistados deciden abandonarla.
Esta práctica que en principio es útil y sensible tiene un reverso que puede resultar complicado. Incluir la opción de no respuesta puede generar múltiples problemas al momento de la interpretación de estos resultados. En el caso de las encuestas electorales, los porcentajes elevados de no respuesta pueden llevar a que haya una menor precisión en la capacidad predictiva que tienen estos instrumentos. Dado que el “no sé/no responde” resulta opaco en sus razones, es difícil descifrar cuál sería la razón específica para cada no respuesta.
Se tiene conocimiento de que las personas pueden elegir no responder por una diversidad de razones. Entre ellas están:
Genuina carencia de información o conocimientos: Incluir la opción de “no sé” es necesaria para las preguntas cerradas y que incluyen temas coyunturales. En el caso de la intención de voto, por ejemplo, la persona entrevistada puede no estar enterada de los candidatos en competencia o simplemente no contar con una preferencia fuertemente establecida.
Sesgo de género: Algunas investigaciones ya han prestado atención a esta supuesta brecha entre el conocimiento político entre hombres y mujeres tomando como base las encuestas. Lo que se ha encontrado es más bien un sesgo asociado al género. Allison Kopicki, en una columna publicada en The New York Times menciona que “Las mujeres mantienen un umbral más alto de certeza antes de dar una opinión”.
Atajos cognitivos: Jon Krosnick, profesor de la Universidad de Stanford ha estudiado el fenómeno que implica que las personas al dar una respuesta toman atajos cognitivos y eligen aquella respuesta que implique menor esfuerzo mental. La prisa, el contexto en el que las personas responden la encuesta –mientras tiene alguna otra actividad por realizar– y el deseo de terminar la entrevista lo antes posible son algunas de las razones por las que las personas eligen el camino de menor complejidad cognitiva. También es posible que ante la presencia de muchas opciones se sientan abrumadas y se decidan por la opción sencilla de no responder.
Tipo de encuesta. La modalidad en la que se realiza la encuesta también puede influir en que en los resultados haya mayor o menor cantidad de no respuestas. En el análisis que he hecho de algunas de las encuestas que hemos realizado, por ejemplo en las del Estado de México y en las que han sido a nivel nacional, encuentro que hay mayor porcentaje de “no sabe” en las encuestas realizadas en vivienda que en otro tipo de encuestas.
Sea cual sea la razón por la que las personas decidan elegir responder que no saben, en la práctica, las encuestadoras suelen no prestar importancia a estas respuestas al momento de hacer el análisis de las respuestas. En el ya mencionado manual de buenas prácticas, la AAPOR apunta que respuestas como “ninguna de las anteriores”, “no sé” o “prefiero no responder” deben contar con un valor diferente cundo se realice el análisis más no añade más recomendaciones.
El tratamiento que las casas encuestadoras le dan a estos datos, así como las razones e interpretaciones de estas respuestas, suelen ser diferentes. Una de las diferencias en el tratamiento se presenta en el proceso de ponderación. El objetivo de la ponderación de los datos es hacer que la muestra sea representativa de la población en general. Para realizarlo se toman como base los datos completos de la población objetivo para hacer los ajustes necesarios a los resultados de la muestra. Existen dos tipos, la ponderación anterior y la ponderación posterior.
En la ponderación anterior, se pondera para hacer representativa la muestra y posteriormente se remueven los datos de quienes no expresaron una preferencia explicita. En el caso de las ponderaciones posteriores, se remueve al grupo de personas que no expresaron una preferencia y posteriormente se ponderan los datos con el fin de lograr representatividad.
Hablando de encuestas sobre preferencia de votos, la ponderación anterior asume que este grupo de personas no va a votar mientras que la ponderación posterior asume que esas personas votaran en la misma proporción o manera que quienes si mostraron su opinión.
En línea con lo anterior, algunos deciden reportar los resultados incluyendo estos porcentajes, otros no. La empresa europea IPSOS describe el proceso que sigue para mostrar los resultados de sus encuestas: después de ponderar las respuestas con base en los demográficos, obtienen las cifras que muestran en los titulares, descartando a las personas que responden con un “no sé”.
Ellos argumentan que, tras sesenta años de experiencia, saben que ese grupo de personas no asiste a las urnas de día de la votación. Sin embargo, también comparte – y también impulsa a que sus clientes compartan– al final de sus reportes, una tabla con los datos completos en la que refleja los cálculos realizados con los datos.
Los datos recabados que no muestran una preferencia explicita suelen ser tratados sin importancia. Sin embargo, estos pueden significar algo más que solo datos perdidos.
En Reino Unido, a pocos días de la elección de 2019, aún existía un alto porcentaje de no respuesta en elecciones muy cerradas. Algunas personas mayores reportaban que habían votado toda su vida pero que ahora ya no tenían fe en el gobierno. Algo parecido se especula que sucedió tras la victoria de Donald Trump.
Las razones que llevan a las personas a no responder pueden ser muy variadas: quizá las personas encuestadas genuinamente no saben sobre el tema en cuestión, o no se sienten representados por los políticos, o quizá cuentan con mayores umbrales de certeza. Sea cual sea la razón y la interpretación, las casas encuestadoras tienen la oportunidad de seguir estándares generales para el tratamiento de estos datos. Por medio de estos estándares se logrará entender mejor qué es lo que sucede ahí y no considerarlos como simples “datos perdidos” que no requieren ser evaluados. Es en estas zonas de incertidumbre donde se pueden hallar interpretaciones y entendimiento sobre una población que cada vez está más expuesta a ejercicios que les preguntan por sus opiniones.